viernes, 1 de noviembre de 2013

Y llegó noviembre...

Hace poco dejamos el asfalto y los altos edificios por el verde, los árboles, el cielo y nuestra casita baja.

Es curioso echar la vista atrás y volver sobre aquellas palabras repetidas tantas veces "nunca viviría en un pueblo, que aburrimiento". Y más curioso es comprobar como, ya en el presente, es justo eso lo que quieres, lo que resuena en tu interior... a donde se dirigen tus pasos, tu camino. 

En esta nueva vida, en la que también hay un poco de asfalto (aunque bastante menos), podemos disfrutar de la inmediatez de un paseo reparador en plena naturaleza. Un paseo que apacigua y que deja en tu retina una maravillosa puesta de sol. Un cielo ardiendo de naranjas y rosados... y a la vez teñido de blancos y morados, con un caparazón de nubes que amenazan un chaparrón inminente y la llegada del frío invierno.


En nuestro paseo vespertino, nos ha recibido un campo sembrado de pequeñas setas, de las que parece que en cualquier momento va a salir un duendecillo del bosque o diminuto un gnomo. Un campo que torna sus colores a amarillos, ocres, naranjas y rojos y que va extendiendo su alfombra verde sobre las plumas de los pinos. Un bosque en el que viven pequeños bambis que, aunque no los ves, sabes que te están observando.


Y ya de vuelta a casa... el olor a leña, a calor de hogar y al aire frío y puro del anochecer, nos evoca tiempos pasados, tiempos de la niñez. Sensaciones que invitan a recogerse alrededor de la estufa, a dejarse hipnotizar por el poderoso Fuego...

¡Bienvenido noviembre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario